Jorge Eliécer Pardo
Los desencuentros del amor o la violencia se muerde
por dentro*
Fernando
Ayala Poveda
Uno:
la fábula
El Jardín de las Weismann es la historia del éxodo, fundación y tragedia del
amor de una familia: después de huir del fascismo alemán, las hermanas Weismann
llegan a una ciudad americana donde fundan la casa del amor y procrean
descendencia (La Saga Vengadora) la cual, será recluida en un convento. De allí
saldrán las siete hermanas de las Weismann hacia una aldea, fundarán una casa
Jardín y progresivamente participarán en la lucha contra el régimen opresor
apoyando la resistencia. Entre la soledad del amor y la muerte de Ramón Rodríguez,
el guerrillero, las hermanas Weismann quedarán atrapadas para siempre.
Dos:
historias paralelas
La historia de las alemanas llegadas a América, está
subordinada a la de su estirpe. De modo que el itinerario anecdótico de la
primera generación se convierte en memoria, nostalgia, recuento, entre los
pasos de sus descendientes. La confrontación entre las dos historias genera una
parábola de historia humana: los horrores del Fascismo Alemán y del Fascismo
Americano. En estas dos generaciones de mujeres se cruzan los regímenes más
terribles de la historia y se confunden en un solo: el del Apocalipsis, el de
la masacre y soledad del amor. La familia Weismann es un arquetipo de la
familia universal que ha padecido los rigores del éxodo, la prostitución y el
desgarramiento interior. Su soledad es la ausencia del amor que les fue negado
por las circunstancias. Para sobrevivir entonces en medio de la hecatombe, las
Weismann buscan
la vida a través del amor, único
camino posible para quienes han sido degradadas por el fuego y la orfandad. La
estructura paralela del Jardín es la Historia que se mira para perpetuarse en memoria, conciencia y horror.
Tres:
la frustración del amor
Gloria Weismann es la protagonista del relato. Junto
con sus hermanas, gemelas de su destino, busca una remota aldea americana para
hacer su propia vida y recordar a sus antepasados. Surgen en su vida entonces,
dos hombres marcados por la cruz de ceniza de la violencia. Gloria no podrá
perpetuarlos a su lado porque los hombres (El Alcalde y el guerrillero) morirán
a manos del régimen opresor. Bajo estas dos muertes, Gloria quedará atrapada,
de modo que no podrá escapar a esa violencia que se muerde la cola y que la
convierte en una víctima moral. A partir de la muerte del Alcalde, Gloria
comienza a oscilar entre un amor romántico y leal y una pasión solitaria y
convulsionada por el guerrillero Ramón Rodríguez. El deseo por el guerrillero
empieza a consumirla, a desintegrarla. Como contrapeso Gloria opone un
monologar para sobrevivir. Este fluir de la conciencia alcanza los estadios de
testimonio y amor por Ramón Rodríguez, del llamado del hombre, en premonición
de su muerte. Así mismo, a través de estos monólogos líricos descendemos al
mundo interior de Gloria Weismann, joven de la vieja guardia, romántica y
dulce. A diferencia de Yolanda, Gloria es capaz de entregarse al guerrillero.
Yolanda no tiene personalidad sólida y su única pasión es la de soñar con los
hombres que ha poseído su hermana.
En un momento crucial del relato, Clara Weismann se
une a la resistencia para tener un hijo de los guerrilleros que le permita
preservar en él, los deseos de venganza contra la Alemania Nazi, la cual fusiló
a su padre y lanzó el abandono y el desarraigo a sus antecesoras.
Los acontecimientos políticos y sociales que se
desencadenan en el pueblo van girando en torno de las siete hermanas. A medida
que el deseo de Gloria por Ramón Rodríguez aumenta, se desenovilla la cadena de
horrores que cometen los bárbaros del régimen. Ante ellas van surgiendo las claves que van a cristalizar el rostro de la violencia: los
fusilamientos, el toque de queda, las profanaciones del ejército en lugares
sagrados, el camión del río de los ahogados, las masacres de civiles indefensos
junto al cementerio, la traición de los hombres que se acogieron a la amnistía
del dictador, etc.
El Sargento Peñaranda no se atreve a tocar a las
hermanas Weismann en primera instancia, pero después, irrumpe en su casa y la
violenta con requisas e interrogatorios.
La historia del Jardín es una historia con pasadizos
subterráneos. El Espacio del relato es el Jardín, símbolo de fertilidad y vida,
pero también la casa humana, donde la intimidad, el amor y los secretos la
convierten en un lugar sagrado. Toda la violencia confluirá sobre éste espacio
familiar como una amenaza hasta lograr destruirlo. Las presiones que soportan
las hermanas no son tan sólo físicas sino morales, psicológicas y sociales. De
este modo, en torno a este espacio sagrado, la biografía de la violencia va
unida a una biografía familiar y personal. Al final de la tragedia, se perpetua
la ausencia del amor en la casa humana. En el reino de esa aldea americana solo
quedarán cenizas y una mujer sin esperanzas, una mujer de luto por Ramón Rodríguez
y un destacamento de niños que anhelan seguir los pasos de la resistencia.
Cuatro:
vida pasión y muerte de un guerrillero: Ramón Rodríguez
La historia de Ramón Rodríguez es el relato típico
del hombre que antes fue perseguido político y que se convirtió en guerrillero
al sumarse a la resistencia. Luego, al ser traicionado por su directorio político,
toma su propio rumbo y genera en un nuevo tipo de lucha contra el régimen.
Finalmente, como irreductible que es, padece una segunda traición y después de
haber pasado una noche con Gloria Weismann, es dado de baja. Su biografía es la
misma de Teófilo Rojas alias Chispas,
de Desquite y de los innumerables
rebeldes que no lograron superar la violencia dictatorial del régimen con una
acción revolucionaria y que quedaron atrapados en el nudo ciego de un caos
apocalíptico que no pudieron comprender desde sus raíces. Es en sí la tragedia
del guerrillero mítico, capaz de amar aunque más de odiar, muerto una y otra
vez en los rumores populares, con poderes misteriosos y casi divinos para
burlar las asechanzas de sus enemigos. Su destino no pudo ser por el amor de
Gloria porque todos los caminos de la violencia lo acorralaban: su única salida
era la muerte.
Cinco:
el humor negro
En el relato aparecen chispazos de humor negro, que
tienen por objeto pulverizar la realidad que invoca. El Presidente no pudo salir porque estaba resfriado connota su derrocamiento por el golpe militar pero
además parodia, desentraña la voluntad de la sociedad del poder en sus actos de
ocultar lo que realmente ocurrió. Por otro lado, en el caso particular de la
primera generación de las Weismann, muchos hombres se mueren sin ellas, se
lanzan al mar con el sexo erecto entre las manos, porque entre ellos y la
belleza de las mujeres media una tragedia cruel que no puede ser profanada. En
algunas escenas el humor se desquicia. Cuando Clara Weismann desea tener un
hijo de Dios, de un sacerdote, la pasión por legar a un descendiente, la
venganza contra los nazis, se transforma en demencia. La esquizofrenia de las
Weismann es comparable a la de su entorno social que vive bajo el toque de
queda, insomne y hambriento, contemplando la sangre de sus seres amados que no
borra los vendavales del invierno. El humor negro empleado en algunas escenas
no tan sólo muestra el rostro grotesco de la barbarie sino que parodia el
comportamiento de los dictadores.
Seis:
la magia verbal
El estilo del relato es indirecto. No alude a las
masacres ni hace una taxonomía del asesinato sino ofrece claves, alusiones que
al ir acumulándose crea una atmósfera irrespirable e infernal comparable a la
tensa densidad de La Peste de Albert
Camus. A partir de esta estrategia, se genera la tensión psicológica y dramática
del deseo del amor y la violencia. El pueblo ni las Weismann duermen porque las
botas de Peñaranda avanzan por las calles enlutadas mientras prosiguen los
incendios y el lamento de los moribundos innominados. El relato no bautiza la
violencia con nombre propio sino recurre a la elipsis.
De esta manera el lenguaje pretende agotar el fenómeno
irracional y despiadado sin apelar al inventario de muertos y cortes
descabellados. El rumor popular, las confesiones íntimas entre Gloria Weismann
y Ramón Rodríguez, la correspondencia secreta entre las resistencia y los
pobladores, crean la memoria histórica y clandestina de una colectividad. Por
otro lado, los personajes están inmersos en la magia lírica de la palabra. No
son personajes esquemáticos sino dotados de una alma y una gran ternura. La
visión de sus problemas es múltiple y por ende ellos surgen del vértice de la
violencia como seres humanos llenos de sufrimiento pero también de inspiración
y nobleza. El enfoque erótico no se resuelve en un regodeo entre Gloria y Ramón.
Al contrario, las escenas amorosas están iluminadas por un halo de
angustia y los encuentros entre el hombre y la mujer son trágicos y
apasionados.
Siete:
un novelista del futuro
El Jardín de las Weismann es una novela poética donde el amor se asfixia
entre los velos implacables de la muerte. Es un relato que conjuga la misma
economía del lenguaje de Los asesinos
de Ernest Hemingway y que mantiene al lector bajo la atmósfera de tensión. En
cada una de sus páginas condensa por medio de un aliento sugestivo y evocador
toda la angustia y la soledad de aquel reino acosado por el fuego. Los monólogos
interiores se distinguen por su fuerza sugestiva que acentúa la personalidad de
Gloria Weismann y constituyen uno de los elementos más logrados de la novela
porque permite un registro de la desesperación y de los múltiples deseos de las
hermanas Weismann.
Jorge Eliécer Pardo se esmera en crear personajes
irrepetibles y situaciones singulares dentro de una atmósfera mágica. Por otro
lado, el autor supera la visión partidista de la violencia que en otro tiempo
emplearon los denominados cronistas. En ningún momento pretende atacar ni
moralizar con nombres propios a tal o cual personaje político real sino más
bien revela la tragedia personal de un pueblo y de una familia. Sin apelar a
los inventarios de muertos, a los personajes buenos y malos, verdes y
amarillos, el escritor indaga los problemas del hombre americano y colombiano,
desenmascara las raíces del terror y la barbarie a través de situaciones
complejas y tortuosas por donde el amor cruza como una ráfaga de lluvia
fugitiva o como un fuego que va desgarrando las magnolias y las caricias
clandestinas de Gloria Weismann y el Guerrillero. Sin abandonar este tono
humano, Jorge Eliécer Pardo desentraña además la parábola de los grandes
luchadores de nuestro pueblo que no pudieron darle otra respuesta que la de sus
contradicciones y limitaciones políticas y culturales.
Con una profunda conciencia de la historia, con un
profesionalismo y una clara concepción del arte de narrar, Jorge Eliécer Pardo
trasforma las conquistas que realizaron los narradores de la Violencia como son
Eduardo Caballero Calderón, Manuel Mejía Vallejo y Álvaro Cepeda Samudio. Entre
estas conquistas se destacan el buen uso de las formas literarias, el rigor
estructural y la creación de un mundo imaginario que pretende rescatar y
simbolizar la historia secreta de nuestros pasos, nuestras victorias y nuestros
silencios.
Fernando
Ayala Poveda, nació en
Tunja, Colombia, 1951. Narrador, Ensayista, Periodista de la Radio Nacional de
Colombia, autor de cuarenta y cuatro libros. Estudió Literatura y Educación en
la Pontificia Universidad Javeriana e Idiomas en la Universidad Nacional de
Colombia. Viajó a Francia y España a especializarse en Literatura.
Libros publicados: Manual de Literatura Colombiana (2002); Manual de Historia Colombiana; La Década sombría (1982), La dinastía del
silencio (1988), Los colores de la Fama (1988), El Coraje de vivir (1990), El
Campeón (1997), Robinson, el rey de los dormidos (2002), Mujer de magia negra
(1983); Mañana volverás a ver el mar (2003); Amar en bahía (1985); El Club
de la Dalia Azul (1986); Santiago en
el corazón (1993); Tratado de paz con
la persona amada (2000); La mirada
del adiós (2008); No tengo un peso y
me llamo Silva (2009).
*Alude a la primera edición, Plaza Janés, 1978. Este artículo fue publicado en el
libro Novelistas colombianos contemporáneos,
Bogotá - Colombia 1981 (Universidad Central, Págs. 102 a 115).
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