lunes, 30 de julio de 2012

Fernando Ayala Poveda Jorge Eliécer Pardo: Los desencuentros del amor o la violencia se muerde por dentro



Jorge Eliécer Pardo
Los desencuentros del amor o la violencia se muerde por dentro*

Fernando Ayala Poveda


Uno: la fábula
El Jardín de las Weismann es la historia del éxodo, fundación y tragedia del amor de una familia: después de huir del fascismo alemán, las hermanas Weismann llegan a una ciudad americana donde fundan la casa del amor y procrean descendencia (La Saga Vengadora) la cual, será recluida en un convento. De allí saldrán las siete hermanas de las Weismann hacia una aldea, fundarán una casa Jardín y progresivamente participarán en la lucha contra el régimen opresor apoyando la resistencia. Entre la soledad del amor y la muerte de Ramón Rodríguez, el guerrillero, las hermanas Weismann quedarán atrapadas para siempre.

Dos: historias paralelas
La historia de las alemanas llegadas a América, está subordinada a la de su estirpe. De modo que el itinerario anecdótico de la primera generación se convierte en memoria, nostalgia, recuento, entre los pasos de sus descendientes. La confrontación entre las dos historias genera una parábola de historia humana: los horrores del Fascismo Alemán y del Fascismo Americano. En estas dos generaciones de mujeres se cruzan los regímenes más terribles de la historia y se confunden en un solo: el del Apocalipsis, el de la masacre y soledad del amor. La familia Weismann es un arquetipo de la familia universal que ha padecido los rigores del éxodo, la prostitución y el desgarramiento interior. Su soledad es la ausencia del amor que les fue negado por las circunstancias. Para sobrevivir entonces en medio de la hecatombe, las Weismann buscan la vida a través del amor, único camino posible para quienes han sido degradadas por el fuego y la orfandad. La estructura paralela del Jardín es la Historia que se mira para perpetuarse en memoria, conciencia y horror.

Tres: la frustración del amor
Gloria Weismann es la protagonista del relato. Junto con sus hermanas, gemelas de su destino, busca una remota aldea americana para hacer su propia vida y recordar a sus antepasados. Surgen en su vida entonces, dos hombres marcados por la cruz de ceniza de la violencia. Gloria no podrá perpetuarlos a su lado porque los hombres (El Alcalde y el guerrillero) morirán a manos del régimen opresor. Bajo estas dos muertes, Gloria quedará atrapada, de modo que no podrá escapar a esa violencia que se muerde la cola y que la convierte en una víctima moral. A partir de la muerte del Alcalde, Gloria comienza a oscilar entre un amor romántico y leal y una pasión solitaria y convulsionada por el guerrillero Ramón Rodríguez. El deseo por el guerrillero empieza a consumirla, a desintegrarla. Como contrapeso Gloria opone un monologar para sobrevivir. Este fluir de la conciencia alcanza los estadios de testimonio y amor por Ramón Rodríguez, del llamado del hombre, en premonición de su muerte. Así mismo, a través de estos monólogos líricos descendemos al mundo interior de Gloria Weismann, joven de la vieja guardia, romántica y dulce. A diferencia de Yolanda, Gloria es capaz de entregarse al guerrillero. Yolanda no tiene personalidad sólida y su única pasión es la de soñar con los hombres que ha poseído su hermana.
En un momento crucial del relato, Clara Weismann se une a la resistencia para tener un hijo de los guerrilleros que le permita preservar en él, los deseos de venganza contra la Alemania Nazi, la cual fusiló a su padre y lanzó el abandono y el desarraigo a sus antecesoras.

Los acontecimientos políticos y sociales que se desencadenan en el pueblo van girando en torno de las siete hermanas. A medida que el deseo de Gloria por Ramón Rodríguez aumenta, se desenovilla la cadena de horrores que cometen los bárbaros del régimen. Ante ellas van surgiendo las claves que van a cristalizar el rostro de la violencia: los fusilamientos, el toque de queda, las profanaciones del ejército en lugares sagrados, el camión del río de los ahogados, las masacres de civiles indefensos junto al cementerio, la traición de los hombres que se acogieron a la amnistía del dictador, etc.

El Sargento Peñaranda no se atreve a tocar a las hermanas Weismann en primera instancia, pero después, irrumpe en su casa y la violenta con requisas e interrogatorios.

La historia del Jardín es una historia con pasadizos subterráneos. El Espacio del relato es el Jardín, símbolo de fertilidad y vida, pero también la casa humana, donde la intimidad, el amor y los secretos la convierten en un lugar sagrado. Toda la violencia confluirá sobre éste espacio familiar como una amenaza hasta lograr destruirlo. Las presiones que soportan las hermanas no son tan sólo físicas sino morales, psicológicas y sociales. De este modo, en torno a este espacio sagrado, la biografía de la violencia va unida a una biografía familiar y personal. Al final de la tragedia, se perpetua la ausencia del amor en la casa humana. En el reino de esa aldea americana solo quedarán cenizas y una mujer sin esperanzas, una mujer de luto por Ramón Rodríguez y un destacamento de niños que anhelan seguir los pasos de la resistencia.


Cuatro: vida pasión y muerte de un guerrillero: Ramón Rodríguez
La historia de Ramón Rodríguez es el relato típico del hombre que antes fue perseguido político y que se convirtió en guerrillero al sumarse a la resistencia. Luego, al ser traicionado por su directorio político, toma su propio rumbo y genera en un nuevo tipo de lucha contra el régimen. Finalmente, como irreductible que es, padece una segunda traición y después de haber pasado una noche con Gloria Weismann, es dado de baja. Su biografía es la misma de Teófilo Rojas alias Chispas, de Desquite y de los innumerables rebeldes que no lograron superar la violencia dictatorial del régimen con una acción revolucionaria y que quedaron atrapados en el nudo ciego de un caos apocalíptico que no pudieron comprender desde sus raíces. Es en sí la tragedia del guerrillero mítico, capaz de amar aunque más de odiar, muerto una y otra vez en los rumores populares, con poderes misteriosos y casi divinos para burlar las asechanzas de sus enemigos. Su destino no pudo ser por el amor de Gloria porque todos los caminos de la violencia lo acorralaban: su única salida era la muerte.

Cinco: el humor negro
En el relato aparecen chispazos de humor negro, que tienen por objeto pulverizar la realidad que invoca. El Presidente no pudo salir porque estaba resfriado connota su derrocamiento por el golpe militar pero además parodia, desentraña la voluntad de la sociedad del poder en sus actos de ocultar lo que realmente ocurrió. Por otro lado, en el caso particular de la primera generación de las Weismann, muchos hombres se mueren sin ellas, se lanzan al mar con el sexo erecto entre las manos, porque entre ellos y la belleza de las mujeres media una tragedia cruel que no puede ser profanada. En algunas escenas el humor se desquicia. Cuando Clara Weismann desea tener un hijo de Dios, de un sacerdote, la pasión por legar a un descendiente, la venganza contra los nazis, se transforma en demencia. La esquizofrenia de las Weismann es comparable a la de su entorno social que vive bajo el toque de queda, insomne y hambriento, contemplando la sangre de sus seres amados que no borra los vendavales del invierno. El humor negro empleado en algunas escenas no tan sólo muestra el rostro grotesco de la barbarie sino que parodia el comportamiento de los dictadores.

Seis: la magia verbal
El estilo del relato es indirecto. No alude a las masacres ni hace una taxonomía del asesinato sino ofrece claves, alusiones que al ir acumulándose crea una atmósfera irrespirable e infernal comparable a la tensa densidad de La Peste de Albert Camus. A partir de esta estrategia, se genera la tensión psicológica y dramática del deseo del amor y la violencia. El pueblo ni las Weismann duermen porque las botas de Peñaranda avanzan por las calles enlutadas mientras prosiguen los incendios y el lamento de los moribundos innominados. El relato no bautiza la violencia con nombre propio sino recurre a la elipsis.

De esta manera el lenguaje pretende agotar el fenómeno irracional y despiadado sin apelar al inventario de muertos y cortes descabellados. El rumor popular, las confesiones íntimas entre Gloria Weismann y Ramón Rodríguez, la correspondencia secreta entre las resistencia y los pobladores, crean la memoria histórica y clandestina de una colectividad. Por otro lado, los personajes están inmersos en la magia lírica de la palabra. No son personajes esquemáticos sino dotados de una alma y una gran ternura. La visión de sus problemas es múltiple y por ende ellos surgen del vértice de la violencia como seres humanos llenos de sufrimiento pero también de inspiración y nobleza. El enfoque erótico no se resuelve en un regodeo entre Gloria y Ramón. Al contrario, las escenas amorosas están iluminadas por un halo de angustia y los encuentros entre el hombre y la mujer son trágicos y apasionados.

Siete: un novelista del futuro
El Jardín de las Weismann es una novela poética donde el amor se asfixia entre los velos implacables de la muerte. Es un relato que conjuga la misma economía del lenguaje de Los asesinos de Ernest Hemingway y que mantiene al lector bajo la atmósfera de tensión. En cada una de sus páginas condensa por medio de un aliento sugestivo y evocador toda la angustia y la soledad de aquel reino acosado por el fuego. Los monólogos interiores se distinguen por su fuerza sugestiva que acentúa la personalidad de Gloria Weismann y constituyen uno de los elementos más logrados de la novela porque permite un registro de la desesperación y de los múltiples deseos de las hermanas Weismann.

Jorge Eliécer Pardo se esmera en crear personajes irrepetibles y situaciones singulares dentro de una atmósfera mágica. Por otro lado, el autor supera la visión partidista de la violencia que en otro tiempo emplearon los denominados cronistas. En ningún momento pretende atacar ni moralizar con nombres propios a tal o cual personaje político real sino más bien revela la tragedia personal de un pueblo y de una familia. Sin apelar a los inventarios de muertos, a los personajes buenos y malos, verdes y amarillos, el escritor indaga los problemas del hombre americano y colombiano, desenmascara las raíces del terror y la barbarie a través de situaciones complejas y tortuosas por donde el amor cruza como una ráfaga de lluvia fugitiva o como un fuego que va desgarrando las magnolias y las caricias clandestinas de Gloria Weismann y el Guerrillero. Sin abandonar este tono humano, Jorge Eliécer Pardo desentraña además la parábola de los grandes luchadores de nuestro pueblo que no pudieron darle otra respuesta que la de sus contradicciones y limitaciones políticas y culturales.
Con una profunda conciencia de la historia, con un profesionalismo y una clara concepción del arte de narrar, Jorge Eliécer Pardo trasforma las conquistas que realizaron los narradores de la Violencia como son Eduardo Caballero Calderón, Manuel Mejía Vallejo y Álvaro Cepeda Samudio. Entre estas conquistas se destacan el buen uso de las formas literarias, el rigor estructural y la creación de un mundo imaginario que pretende rescatar y simbolizar la historia secreta de nuestros pasos, nuestras victorias y nuestros silencios.


Fernando Ayala Poveda, nació en Tunja, Colombia, 1951. Narrador, Ensayista, Periodista de la Radio Nacional de Colombia, autor de cuarenta y cuatro libros. Estudió Literatura y Educación en la Pontificia Universidad Javeriana e Idiomas en la Universidad Nacional de Colombia. Viajó a Francia y España a especializarse en Literatura.

Libros publicados: Manual de Literatura Colombiana (2002); Manual de Historia Colombiana; La Década sombría (1982), La dinastía del silencio (1988), Los colores de la Fama (1988), El Coraje de vivir (1990), El Campeón (1997), Robinson, el rey de los dormidos (2002), Mujer de magia negra (1983); Mañana volverás a ver el mar (2003); Amar en bahía (1985); El Club de la Dalia Azul (1986); Santiago en el corazón (1993); Tratado de paz con la persona amada (2000); La mirada del adiós (2008); No tengo un peso y me llamo Silva (2009).





*Alude a la primera edición, Plaza Janés, 1978. Este artículo fue publicado en el libro Novelistas colombianos contemporáneos, Bogotá - Colombia 1981 (Universidad Central, Págs. 102 a 115).

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