El
paraíso perdido de las Weismann
José Luis Díaz-Granados
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José Luis Díaz-Granados |
El jardín de
las Weismann, novela del escritor tolimense Jorge Eliécer Pardo (Líbano, 1950), se
publicó en 1978 con el título de El
jardín de las Hartmann, bajo el sello editorial de Plaza & Janés, pero por equívocos entre la literatura y la
realidad, el autor decidió cambiar el apellido alemán de la primera edición
por el que se conoce en la actualidad.
Esta novela acaba de aparecer en su octava versión
castellana, en Pijao Editores y Caza de Libros, de Ibagué, en su colección 50 novelas colombianas y una pintada.
Considerada por la crítica como una obra clásica
contemporánea de la narrativa nacional, ha sido traducida a otros idiomas y fue
llevada a la pantalla chica hace algunos años con el título de La
estrella de las Baum.
La llegada al pueblo de las hermanas Weismann —Yolanda,
Gloria, Ángela, Mercedes, María Victoria, Sofía y Clara— fue el acontecimiento
más trascendental de los años posteriores a la última guerra mundial, por
cuanto, además de la belleza de sus rostros juveniles y extranjeros, las
muchachas enrarecieron el ambiente con su acento exótico, sus trajes
diferentes, sus fragancias florales y hasta con el taconeo musical de sus zapatillas de caminar suave.
Aquello fue como la llegada de unas deidades
extraterrenales, dueñas de tal belleza y tal magnitud espiritual, que todos los
varones del pueblo perdieron el sosiego desde entonces y sólo pensaron en vivir
para poder conquistarlas en su propio paraíso rodeado de pinos y fragantes deseos.
A lo largo de la obra, el autor hace gala de un bien
fundamentado conocimiento de las pasiones humanas. Maneja a la perfección el
comportamiento de aquellos amores secretos, retadores y delirantes, que desde
el principio de la historia se entrecruzan y se contrarían a través de
silencios, monólogos lacrimosos, reflexiones, derrotas humillantes, paranoias
perennes y pasiones desbocadas, como si se jugara a las escondidas con los más
ardientes contrincantes.
Desde el comienzo el lector se familiariza con
el carácter glacial y devoto de Yolanda; con el enamoramiento pasional de
Gloria por Antonio, el alcalde —le escribe epístolas secretas—, por lo cual él
amanecía en sus lágrimas; el miedo de todos y todas al tenebroso sargento Peñaranda,
quien hizo esconder a la totalidad de los varones; con Ramoncito, el hijo de doña
Lucy,—una viuda solitaria reacia a los halagos masculinos—, quien alguna vez le
mostró los vellos canosos de su pubis a Clara, la menor de las Weismann, y
quien tuvo profundo acceso al universo íntimo de las hermanas; pero, sobretodo,
se familiariza con el combate cotidiano entre las fuerzas del bien y las del
mal, entre lo divino y lo satánico, entre el sexo y la muerte, como polarización
de la conducta humana según la superstición colectiva.
El rasgo más importante de El jardín de las Weismann, es
indudablemente el de la ficción sin concesiones al lector. O mejor, la
minuciosa construcción de una realidad ficticia seductora y dramática, en un
lugar perdido de Colombia, donde las siete alemanas llegaron a encarnar una
legión de ángeles satánicos que transgredían el orden entronizado y las falsas
normas de la moral represora de las conciencias.
En efecto, Yolanda, la mayor de las Weismann y la líder
familiar por todas acatada, otorga a sus hermanas las condiciones precisas
(casa, jardín, etc.) para asumir la plenitud de la feminidad y del erotismo. Es
entonces cuando ocurren hermosos episodios donde el amor, la pasión, la ternura
y la actitud de entrega se convierte en dimensión alegórica de la poesía.
La liberación de las conciencias de los hombres del
pueblo, llena de alegrías y contradicciones, es una reveladora recreación de la
realidad en una sociedad retardataria dominada por los administradores de la
religión y sus sagrados libros.
Con El
jardín de las Weismann, Jorge
Eliécer Pardo logra componer con buena fortuna la novela colombiana más
representativa de su tiempo, una auténtica historia coral donde se expresa a
cabalidad la conciencia colectiva de aquellos años, utilizando las metáforas
del jardín multifloral en medio de la más feroz de las contiendas fratricidas.
Es una esplendorosa alegoría del paraíso terrenal con un Adán y siete Evas —además
de la serpiente de la falsa moral—, donde la muerte pone el punto final a una fábula
de amor que alcanza a rozar los insondables linderos de la felicidad.
José Luis Díaz
Granados nació en Santa Marta,
Magdalena, Colombia, 1946. Poeta, novelista y periodista.
Libros publicado: El laberinto (1968-1984); Cantoral (1988-1992);
Poesía dispersa (1992-1994); Rapsodia del caminante (1996); Oficio
terrenal (1998).
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