El Jardín de las Weismann o de la nostalgia y la soledad*
Luz Mary Giraldo
—Qué es estar triste?
—Eres tú . . . soy yo . . . son
ellos en el cuartel. . .
son los otros en el río. . .
es la vida sin vida
Ramoncito.
Es así como Gloria Weismann, en las palabras creadas
para ella con la ternura de la voz y la poesía de su autor, nos ha ido llevando
en esta bella y breve novela hacia el camino donde se vive, se ama, se muere y
se respiran entre flores, la nostalgia y la soledad.
El
Jardín de las Weismann del
joven escritor tolimense Jorge Eliécer Pardo, es una novela de la tierra donde
conviven la violencia y el amor: de la tierra solitaria donde florecen hombres
que viajan al encuentro de sus banderas en el estruendo de la lucha, y vuelven
también hacia sus tierras en la respiración entrecortada del amor, hecho
ternura, una sola entrega, un solo silencio, una sola palabra, una sola ilusión:
una sola oportunidad de vivir.
El universo
creado oscila entre el amor y la violencia; dos fuerzas que desde siempre han
movido al hombre en su condición de ser, que lo han llevado a buscarse y
buscar, a hacerse y expresarse; es como en otras circunstancias diría Jorge
Luis Borges: un jardín con senderos que
se bifurcan para hacerse íntimos e intensos, personales y colectivos,
solitarios y comunes.
![]() |
Jorge Luis Borges |
Un jardín de guerra y amor, como otro lugar para soñar,
donde se vive y se muere: por eso las Weismann viven y repiten su historia en
su descendencia creando en este círculo el aroma mítico-legendario de
nostalgias que permite inventar el mundo dibujando con los dedos el silencio
desde el silencio mismo, acariciando con las manos la ansiedad en una nueva
forma de nombrar y llamar el amor de Gloria en Antonio, en Ramón, en la
ausencia. Gloria, Yolanda y su descendencia que es un círculo de reiteración,
repiten sus ilusiones amatorias en una bella imagen de soledad y ternura,
cantando delicada y tristemente cierto regocijo de vivir y a la vez cierta
ausencia de vida, en una voz que transforma la expresión cruda del tema de la
prostitución con rostros fatigados o escandalosos que estamos acostumbrados a
captar en otras obras de la literatura o del cine para elevarlo desde la imagen
de la voz pausada, silenciosa, hecha fascinación que va revistiendo
paralelamente las imágenes crueles de la guerra, de la desolación y la
violencia, con brotes de amor, con capullos de emoción, que son el
salvoconducto a la muerte en el corazón desbordado de los Hombres del Aprecio" y que recogen "el sitio obligatorio
para quienes sufrían de la vida; porque ese jardín es el color de la vida y como ella, también conoce el color de la
violencia que crea el caos de la desolación, desgajando y marchitando cada
aroma en las flores que lo pueblan.
La nostalgia y la soledad hacen que Yolanda,
repetidamente en sus hijas, hermanas, sobrinas, gemelas, cree el eco del
silencio, —paralelo al eco del amor en Gloria—, y este su silencio, lleva las
riendas de la comunicación, de un modo nostálgico de vivir.
Jardín o vida, nacido —en esta técnica del paralelo—
tras el telón de la guerra que obligó a las hermanas Weismann a atravesar su país
y el océano, confundiendo su idioma, abordando la tortura, conociendo la
soledad, el abandono y la destrucción antes que el amor, y tropezar siempre con
la violencia, hasta anclarse en la provincia donde ésta también se agita y
ellas viven el testimonio de una época y una conducta que se repite en el toque
de queda, en la persecución, el estado de sitio que, como fantasma, deambula en
el corazón de los niños que crecen entre las lágrimas del odio y los desfiles
de muerte, seguidos del taconeo de las botas de Peñaranda y los pies descalzos
de los hombres que huelen a monte, mientras las mujeres miran con resentimiento
a las alemanas, dejando ver en el ambiente la profundidad de los conflictos que
enraíza la violencia desatada en Europa y en el eco del pueblo de los Andes.
Violencia que se cuenta en forma velada, dejándola entrever, sin la crudeza del
que protesta o denuncia, pero sin evadirla, en un lenguaje sugerente, siempre
sutil, que igualmente sabe cantar a la lucha armada y al abandono, al grito y
al susurro, hasta crear un mundo de soledades y nostalgias, reflejado en esas
hermanas con las cabelleras entre los pañolones
bordados. las edades separadas en el color de sus vestidos y el corazón
palpitando al mismo instante como si respiraran el mismo aire y vivieran el
mismo momento.
Como novela lírica, lo anecdótico queda velado para
irse revelando en pautas de imágenes, expresando de esta forma el conocimiento
interior donde el autor se acerca a las emociones de hostilidad y amor del
hombre, presentando íntimamente una sociedad estremecida por la violencia,
desde ese reducido ámbito de la provincia que multiplica en sus ecos y
resonancias, haciendo que sus anécdotas y personajes vivan en un presente
encantado de dulzura o de dolor, de persecución y soledad.
Hay una manera de extrañamiento que absorbe lo
objetivo del dato real, para dar el conflicto interno a través de un acceso poético,
logrado bellamente en los monólogos de Gloria Weismann que resuman historia,
captación del mundo, sentimiento a la vez violento y remansado, dolor y
separación; universo lírico y dramático poblado de sueños capaces de dar la
intensidad de vida.
![]() |
Jorge E Pardo, 1978 |
La novela maneja con sutileza
momentos fuertes que fusionan el contenido de la violencia en el amor y en la
lucha, logrando crear una atmósfera mágica, donde se unen también soledad y
desesperanza, siempre en un ambiente telúrico, logrando verdaderos clímax poéticos
en las secuencias monologadas en la interioridad, y aunque en algunos momentos
circunstanciales decae dentro del relato la calidad de estilo, por la palabra
misma que parece herir la altura, o por el tratamiento a veces también gratuito
del tiempo repetido en los personajes en fusión de pasado-presente, la novela
resulta una promesa en nuestras letras donde el encantamiento de la palabra,
logra fascinar el tema, superando el estadio de la mera denuncia o de la novela
sentimental para, sin alejarse de la realidad, penetrarla en sus más recónditas
emociones.
*Alude a la primera edición, Plaza Janés, 1978. Este artículo fue publicado en el
Suplemento del Caribe, del Diario del Caribe, Barranquilla, Colombia (25 de
Marzo de 1979, Pág. 8).
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