lunes, 30 de julio de 2012

Luz Mary Giraldo: El Jardín de las Weismann o de la nostalgia y la soledad



El Jardín de las Weismann o de la nostalgia y la soledad*

Luz Mary Giraldo
Luz Mary Giraldo
Suplemento del Caribe, del Diario del Caribe, Barranquilla, Colombia

—Qué es estar triste?
—Eres tú . . . soy yo . . . son ellos en el cuartel. . .
son los otros en el río. . .
es la vida sin vida Ramoncito.

Es así como Gloria Weismann, en las palabras creadas para ella con la ternura de la voz y la poesía de su autor, nos ha ido llevando en esta bella y breve novela hacia el camino donde se vive, se ama, se muere y se respiran entre flores, la nostalgia y la soledad.

El Jardín de las Weismann del joven escritor tolimense Jorge Eliécer Pardo, es una novela de la tierra donde conviven la violencia y el amor: de la tierra solitaria donde florecen hombres que viajan al encuentro de sus banderas en el estruendo de la lucha, y vuelven también hacia sus tierras en la respiración entrecortada del amor, hecho ternura, una sola entrega, un solo silencio, una sola palabra, una sola ilusión: una sola oportunidad de vivir.

El universo creado oscila entre el amor y la violencia; dos fuerzas que desde siempre han movido al hombre en su condición de ser, que lo han llevado a buscarse y buscar, a hacerse y expresarse; es como en otras circunstancias diría Jorge Luis Borges: un jardín con senderos que se bifurcan para hacerse íntimos e intensos, personales y colectivos, solitarios y comunes. 
Jorge Luis Borges
Un jardín de guerra y amor, como otro lugar para soñar, donde se vive y se muere: por eso las Weismann viven y repiten su historia en su descendencia creando en este círculo el aroma mítico-legendario de nostalgias que permite inventar el mundo dibujando con los dedos el silencio desde el silencio mismo, acariciando con las manos la ansiedad en una nueva forma de nombrar y llamar el amor de Gloria en Antonio, en Ramón, en la ausencia. Gloria, Yolanda y su descendencia que es un círculo de reiteración, repiten sus ilusiones amatorias en una bella imagen de soledad y ternura, cantando delicada y tristemente cierto regocijo de vivir y a la vez cierta ausencia de vida, en una voz que transforma la expresión cruda del tema de la prostitución con rostros fatigados o escandalosos que estamos acostumbrados a captar en otras obras de la literatura o del cine para elevarlo desde la imagen de la voz pausada, silenciosa, hecha fascinación que va revistiendo paralelamente las imágenes crueles de la guerra, de la desolación y la violencia, con brotes de amor, con capullos de emoción, que son el salvoconducto a la muerte en el corazón desbordado de los Hombres del Aprecio" y que recogen "el sitio obligatorio para quienes sufrían de la vida; porque ese jardín es el color de la vida y como ella, también conoce el color de la violencia que crea el caos de la desolación, desgajando y marchitando cada aroma en las flores que lo pueblan.

La nostalgia y la soledad hacen que Yolanda, repetidamente en sus hijas, hermanas, sobrinas, gemelas, cree el eco del silencio, —paralelo al eco del amor en Gloria—, y este su silencio, lleva las riendas de la comunicación, de un modo nostálgico de vivir.


Jardín o vida, nacido —en esta técnica del paralelo— tras el telón de la guerra que obligó a las hermanas Weismann a atravesar su país y el océano, confundiendo su idioma, abordando la tortura, conociendo la soledad, el abandono y la destrucción antes que el amor, y tropezar siempre con la violencia, hasta anclarse en la provincia donde ésta también se agita y ellas viven el testimonio de una época y una conducta que se repite en el toque de queda, en la persecución, el estado de sitio que, como fantasma, deambula en el corazón de los niños que crecen entre las lágrimas del odio y los desfiles de muerte, seguidos del taconeo de las botas de Peñaranda y los pies descalzos de los hombres que huelen a monte, mientras las mujeres miran con resentimiento a las alemanas, dejando ver en el ambiente la profundidad de los conflictos que enraíza la violencia desatada en Europa y en el eco del pueblo de los Andes. Violencia que se cuenta en forma velada, dejándola entrever, sin la crudeza del que protesta o denuncia, pero sin evadirla, en un lenguaje sugerente, siempre sutil, que igualmente sabe cantar a la lucha armada y al abandono, al grito y al susurro, hasta crear un mundo de soledades y nostalgias, reflejado en esas hermanas con las cabelleras entre los pañolones bordados. las edades separadas en el color de sus vestidos y el corazón palpitando al mismo instante como si respiraran el mismo aire y vivieran el mismo momento.

Como novela lírica, lo anecdótico queda velado para irse revelando en pautas de imágenes, expresando de esta forma el conocimiento interior donde el autor se acerca a las emociones de hostilidad y amor del hombre, presentando íntimamente una sociedad estremecida por la violencia, desde ese reducido ámbito de la provincia que multiplica en sus ecos y resonancias, haciendo que sus anécdotas y personajes vivan en un presente encantado de dulzura o de dolor, de persecución y soledad.

Hay una manera de extrañamiento que absorbe lo objetivo del dato real, para dar el conflicto interno a través de un acceso poético, logrado bellamente en los monólogos de Gloria Weismann que resuman historia, captación del mundo, sentimiento a la vez violento y remansado, dolor y separación; universo lírico y dramático poblado de sueños capaces de dar la intensidad de vida.

Jorge E Pardo, 1978
La novela maneja con sutileza momentos fuertes que fusionan el contenido de la violencia en el amor y en la lucha, logrando crear una atmósfera mágica, donde se unen también soledad y desesperanza, siempre en un ambiente telúrico, logrando verdaderos clímax poéticos en las secuencias monologadas en la interioridad, y aunque en algunos momentos circunstanciales decae dentro del relato la calidad de estilo, por la palabra misma que parece herir la altura, o por el tratamiento a veces también gratuito del tiempo repetido en los personajes en fusión de pasado-presente, la novela resulta una promesa en nuestras letras donde el encantamiento de la palabra, logra fascinar el tema, superando el estadio de la mera denuncia o de la novela sentimental para, sin alejarse de la realidad, penetrarla en sus más recónditas emociones.




*Alude a la primera edición, Plaza Janés, 1978. Este artículo fue publicado en el Suplemento del Caribe, del Diario del Caribe, Barranquilla, Colombia (25 de Marzo de 1979, Pág. 8).

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