Un nuevo satélite
en la novela colombiana
Seymour Menton
 |
Seymour Menton |
En el sistema solar de la novela
colombiana acaba de descubrirse un nuevo satélite interplanetario que, a pesar
de girar tanto en la órbita macondiana de Cien
años de soledad como en la también de El día señalado, brilla por su propia belleza. Se trata de El Jardín de las Weismann del joven
tolimense Jorge Eliécer Pardo cuyos nombres de pila atestiguan la admiración de
sus progenitores por el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán asesinado en 1948,
apenas dos años antes de que naciera el futuro novelista.
 |
Alba Lucía Ángel |
Puesto que el
asesinato de Gaitán y el llamado bogotazo marcan el comienzo de la Violencia,
aunque en realidad empezó en 1946, no es nada raro que con esta primera novela
Pardo se incorpore en el ciclo de los novelistas de la Violencia colocándose al
lado de Eduardo Caballero Calderón, Manuel Mejía Vallejo, Gabriel García Márquez,
Alba Lucía Ángel, Benhur Sánchez y Gustavo Álvarez Gardeazábal.
 |
Jorge Eliécer Gaitán |
Igual que Manuel Mejía Vallejo en El día señalado, Pardo mitifica el período
de la Violencia con base en un sistema dualista y binario: la temática del amor
y de la muerte; el Sargento Peñaranda contra el guerrillero Ramón Rodríguez;
los oligarcas de los dos partidos políticos que cooperan con el dictador
militar frente a los guerrilleros desconfiados que siguen peleando; las dos
generaciones de hermanas Weismann en las cuales abundan las gemelas; los dos
novios de Gloria: Antonio el alcalde destituido por los militares, y el
guerrillero Ramón; la lucha contra el gobierno militar tanto de Alemania como
de Colombia. Como era de esperarse, el estilo de Pardo también es binario: el
monólogo de Gloria en que implora Ramón a que no se aleje de su lado está lleno
de frases repetidas o paralelas o sinónimas: se que… sé que… colgando de un helicóptero o llenando un hueco en la
montaña… cerca a mis cobijas, junto a mis soledades… Hasta las dos dedicatorias
son dobles: Para Pablo e Inés… Para Martha y Darío Ortiz.
Además de captar la misma fase de
la Violencia que la obra teatral Guadalupe
años sin cuenta, Pardo logra crear unas protagonistas que no obstante
haberse inspirado en Cien años de soledad,
cobran vida propia. Las dos oraciones del primer párrafo de la novela
establecen tanto el carácter pintoresco ocurrente de las hermanas como el tono
mágico realista de la obra.
Las Weismann con las cabelleras entre los pañolones bordados, las
edades separadas en el color de los vestidos y el corazón palpitando al mismo
instante como si respiraran el mismo aire y vivieran el mismo momento,
atravesaron el parque sin saludar a nadie. En el mejor hotel, señalado por
alguien a su llegada, descargaron el equipaje, las cajas de madera marcadas con
letras grandes y negras en donde transportaban un automóvil desarmado y se bañaron
de dos en dos haciendo turnos para vigilar los alrededores.
El modo poco enfático con que se
refiere al automóvil desarmado establece desde el principio el tono mágicorrealista
que predispone al lector a aceptar con la mayor voluntad las situaciones más
inverosímiles. La idea de mandar un automóvil desarmado desde Europa hasta
Colombia tiene sus antecedentes en el avión que espera Gastón en Macondo (y que
nunca recibe porque lo mandan a Macondo, Tanganyika). Sin embargo, lo que hace
aún más raro el transporte del automóvil es que las hermanas Weismann se
escaparon de la Alemania de los nazis a una edad impúber. En el cuarto capítulo,
que presenta algunos antecedentes de la protagonista, se revela que las mayores
de las hermanas apenas cumplieron los trece años en el barco que las llevaba al
Nuevo Mundo. El otro elemento inverosímil y macondino del trozo citado es la
manera de bañarse las gemelas, que hace pensar, por contraste, en los baños
espiados de Remedio la Bella. Entre las hermanas se destacan las gemelas
mayores de la segunda generación: Yolanda y Gloria, que tienen otros
antecedentes macondinos. Cuando tienen unos veinticinco años. Gloria inicia al
adolescente Ramoncito en los juegos amorosos evocando las relaciones entre
Amaranta y su sobrino Aureliano José: la diferencia es que en la novela de
Pardo se realiza el acto sexual de una manera muy lírica sin el menor toque
rabelesiano y se funde acertadamente con el tema de la Violencia: Amor mío, no te vayas nunca de mi lado, de
mis noches, de mis flores, Ramoncito mío, no te dejaré ir nunca, nunca repetía
las palabras en el dolor inicial abrazándolo íntegramente. No mi Ramoncito, sí,
como tú quieras, sólo yo, y gemía en la nostalgia del placer, en el arrullo del
llanto de quienes morían esa noche en el cuartel y en el río. Al enterarse
Yolanda de los amores entre Gloria y Ramón, se le despierta una envidia
terrible que recuerda la que siente Amaranta por Rebeca Buendía.
La confusión causada por el hecho
de que las dos generaciones de hermanas Weismann llevan los mismos nombres
también proviene de Cien años de soledad
sólo que Pardo confunde al lector mucho más que García Márquez porque los
nombres son totalmente idénticos (sin leves variantes de José Arcadio Buendía,
José Arcadio, Arcadio José, José Arcadio Segundo y el papá José Arcadio) y no
se separan con bastante claridad las escenas en que interviene cada una de las
dos generaciones. Después de ponderarlo mucho, se llega a la conclusión de que
la primera generación, la que huye de la Alemania de los nazis, tal vez hacia
1933, consta de dos parejas de gemelas separadas por un año. Y Yolanda y
Gloria; Mercedes y Clara. Las cuatro deciden producir hijos que se encargarán
de vengar en Alemania las humillaciones y el abandono.
Las tres últimas o sea
Gloria, Mercedes y Clara dan a luz, cada una, gemelas que se llaman Yolanda y
Gloria; Sofía y Ángela; Mercedes y María Victoria. La última en concebir, la
primera Yolanda, sintió que debían tener
un descendiente de Dios y escogió al cura para ayudarla y así nació
"la última de las Weismann sin gemela", a quien llaman Clara. Así es
que fue la primera generación de las cuatro hermanas, cuando las mayores tenían
quince años, que inauguró una casa con un
aviso en la puerta: Ternura, Comprensión, Cariño. Precios módicos, un prostíbulo
que raras veces aparece como tal; y fue la segunda generación de las siete
hermanas que se crió en el convento y que participa en los acontecimientos
relacionado con la Violencia de hacia 1953 durante la dictadura de Rojas
Pinilla. Si las fechas no corresponden exactamente con la edad de las hermanas
Weismann, esto se lo podría perdonar al autor dado el carácter más poético que
histórico de la novela.
El jardín de las Weismann carece de la tensión dramática de
El día señalado y de la trascendencia microcósmica de Cien años de soledad pero no deja de ser una novela bella y
original sobre la violencia. La selección de unas protagonistas alemanas con la
asociación de la Violencia colombiana con la de los nazis contribuye a envolver
los acontecimientos en un ambiente extraño, mágico realista. Los deseos
sexuales de las dos generaciones de hermanas, expresados siempre con gracia y
toques poéticos se entrelazan con una visión histórica de la Violencia donde no
faltan ni héroes, ni traidores, ni verdugos ni víctimas.
Seymour Menton, nació en 1927 en Nueva York, profesor desde hace más
de 35 años en la Universidad de California.
Ha publicado libros especializados en
literatura hispanoamericana: El cuento hispanoamericano (1964), La
novela colombiana: planetas y satélites (1978), La novela histórica
latinoamericana (1983), La nueva novela histórica de la América Latina,
1979-1992 (1993), Historia verdadera del realismo mágico (1998), Caminata
por la narrativa latinoamericana (2002), Un tercer gringo viejo: relatos
y confesiones (2005).
Este ensayo fue publicado en la Revista Café literario, Bogotá - Colombia 1978 (Vol. 1 - No. 6 -
Nov. 1978 - Pág. 46).
No hay comentarios:
Publicar un comentario